Injerencias del contexto político en la Escuela de Psicología de la UNC (1973-76)
6. Conclusiones
Los testimonios recogidos durante la Práctica Supervisada de Investigación descripta en este trabajo permiten concluir que la dinámica cotidiana de la Escuela de Psicología de la UNC en el período 1973-76 parece haber ido reflejando las oscilantes tendencias político-ideológicas que caracterizaron al gobierno del país y de la provincia de Córdoba en esos años.
Desde fines de los 60 y hasta 1973 creció notoriamente la movilización estudiantil y docente, en línea con acontecimientos como El Cordobazo, el regreso de Perón, la presidencia de Cámpora y el ascenso de la izquierda peronista a la gobernación de Córdoba. Luego, a partir de 1974, ese clima de ebullición comenzó a declinar, en paralelo con sucesos como el 'Navarrazo', la intervención federal de la provincia y finalmente el Golpe de Estado de 1976.
En la Escuela de Psicología, ese contexto pendular se manifestó a través de diversos hechos: acaso el más importante fue el reemplazo de numerosos docentes y de autoridades académicas. Hasta 1973 se registró el alejamiento de profesores de tendencia conservadora (debido fundamentalmente a presiones ejercidas por los estudiantes) y el ingreso de docentes de orientación marxista, varios de ellos pertenecientes al equipo de Psicopatología del Hospital de Clínicas. Luego, a partir de 1974-75, la Facultad fue dejando cesantes a numerosos profesores afines a sectores de izquierda, en consonancia con la voluntad del gobierno nacional y provincial de efectuar una "limpieza ideológica" mediante la eliminación de "enemigos infiltrados" en las instituciones públicas.
Una de las consecuencias más evidentes de esos recambios fue la modificación de las orientaciones teóricas de las cátedras. A grandes rasgos, podría afirmarse que la sustitución de docentes en 1973 consolidó la preeminencia del psicoanálisis, mientras que la derechización implementada a partir de 1974 dio más lugar a las vertientes psicométrico-conductistas y filosófico-existencialistas. Cabe aclarar, no obstante, que ese proceso no fue lineal ni evidente sino que presentó todo tipo de matices y entrecruzamientos.
Tal diversidad generó, previsiblemente, discusiones de orden teórico-psicológico y político-partidario-ideológico. Las disputas pasaron a un segundo plano durante el gobierno militar pero se reactivaron tras la restauración democrática: de un lado estuvieron los docentes que habían permanecido en la Facultad durante el Proceso y del otro los reincorporados a mediados de los 80.
También los estudiantes tuvieron sus propios enfrentamientos en la primera mitad de los 70, casi siempre por motivos de orden político. Esos conflictos abarcaban desde la destrucción de carteles y quema de apuntes hasta peleas de cierta violencia que incluían el uso de distintos elementos contundentes para agredir o defenderse.
Paralelamente se dio el caso de agrupaciones estudiantiles que interrumpían las clases en materias vinculadas a la psicometría, el conductismo y otras corrientes asociadas a "la derecha" y a Estados Unidos, para cuestionar a los profesores y exponer enfoques propios sobre diversos temas. Tales actitudes, según algunos entrevistados, eran "toleradas de mala gana" por la "mayoría silenciosa" del alumnado, que sólo pretendía estudiar, recibirse y salir a ejercer la profesión.
Otra peculiaridad de esos años consistió en el ingreso a las aulas de militantes de organizaciones como el ERP y Montoneros, a veces armados y encapuchados, con el fin de dar a conocer sus ideas: al parecer lo hicieron con muy escasa frecuencia y nunca utilizaron las armas como elemento de intimidación directa.
Algunos de los entrevistados sostienen que ese cúmulo de turbulencias derivó en el estancamiento o directamente el descenso del nivel académico de la carrera. Otros, en cambio, dicen que por entonces había un grupo de profesores excelentes y que la calidad educativa era satisfactoria en términos generales.
Mientras tanto, el embate de grupos represivos, alentados y organizados desde el aparato del Estado, empezó a erosionar el clima de constante movilización. Ya en 1974 se hacían tareas de inteligencia sobre profesores y alumnos pertenecientes a movimientos de izquierda o comprometidos con cualquier actividad considerada subversiva. A veces, las propias autoridades de la carrera exhortaban a los docentes a brindar datos sobre las presuntas adhesiones ideológicas de determinados colegas. Después, con el correr de los meses, las acciones represivas fueron haciéndose cada vez mayores y más directas. Ejercieron así una "educación por demostración": generaron miedo y produjeron un retraimiento hacia la vida individual y las tareas estrictamente académicas.
Cabe concluir, en definitiva, que la Escuela de Psicología de la UNC replicó con cierta fidelidad el acontecer político del país y la provincia durante la primera mitad de los 70. Experimentó inicialmente una gran efervescencia que se tradujo en grandes movilizaciones, tomas de decanato, extensas interrupciones de clases, irrupción de organizaciones armadas en las aulas, enfrentamientos entre estudiantes e incorporación de docentes afines al pensamiento revolucionario. Luego, desde principios de 1974, la carrera empezó a sufrir la ofensiva de las fuerzas al servicio del gobierno: hubo infiltración de informantes, señalamiento de presuntos subversivos, cesanteo de profesores ligados a partidos de izquierda y por último el secuestro y asesinato de siete estudiantes y graduados de Psicología en los meses previos al Golpe de Estado. Se trató de un prólogo contundente para el casi absoluto silencio que sobrevino a partir de la intervención directa de la Facultad por parte de las Fuerzas Armadas en marzo de 1976.
GUÍA DEL SITIO
A. Trabajo Integrador Final
5. Poder político y comunidad académica
5.2. Docentes y corrientes teóricas
5.3. Reacción contra la psicología "yanqui"
5.5. Conflictos entre docentes
5.7. Injerencias explícitas del poder político
5.9. Psicología-perseguida y psicología-perseguidora
5.10. "Educación por demostración"
B. Entrevistas
1. María Cristina Vera de Flachs