Injerencias del contexto político en la Escuela de Psicología de la UNC (1973-76)
5.1. Nivel de movilización
Aunque con muchos matices, los entrevistados tendieron a coincidir en que el nivel de movilización en la Escuela de Psicología durante 1973-76 reflejó con bastante fidelidad el cambiante grado de participación universitaria registrado a nivel provincial y nacional en esos años ([1]):
1. Se registró una gran movilización de las agrupaciones de izquierda/progresistas durante los años 60 y la primera parte de los 70, especialmente a partir de sucesos como el Cordobazo de mayo de 1969 y la asunción de Héctor Cámpora como presidente de la nación y de Ricardo Obregón Cano como gobernador de Córdoba en mayo de 1973.
2. Se produjo un retroceso de la efervescencia estudiantil, en coincidencia con acontecimientos como el Navarrazo en febrero de 1974, la presidencia de Isabel Perón (de julio de 1974 a marzo de 1976) y la gestión del brigadier Raúl Lacabanne como interventor federal de Córdoba, junto con la creciente influencia de las Fuerzas Armadas en 1974-75.
3. Hubo un silenciamiento total y casi inmediato de las movilizaciones y de la ebullición estudiantil, en simultáneo con secuestros/desapariciones de militantes de diversas organizaciones políticas tras el Golpe de Estado en marzo de 1976.
5.1.1. Hasta 1973
Varios autores respaldan la idea de que existió gran ebullición en el ámbito universitario cordobés en la segunda mitad de los años 60 y la primera de los 70. Crespo y Alzogaray (1994) destacan "el carácter masivo de la participación estudiantil de la época, su alto grado de representatividad, la autonomía de los estudiantes respecto a la estructura formal universitaria, y la amplia actividad de las bases que desbordaban a sus dirigentes". Por lo general, la movilización era un medio para "realizar diversos planteos vinculados a la situación académica: libertad de cátedra, pluralismo teórico, autonomía universitaria, concursos".
Millán (2013) agrega que desde fines de los 60 hasta principios de los 70 "el movimiento estudiantil cordobés pasó de la lucha de calles bajo conducción obrera a la lucha académico–corporativa, primero produciendo grandes movilizaciones y luego pequeños pero numerosos acontecimientos en distintas unidades académicas". Además, "Córdoba resultaba ser uno de los nudos neurálgicos de las grandes agitaciones sociales del período... Se había ido conformando una sociedad hipermovilizada, polarizada y alentada por un imaginario revolucionario de cambio de estructuras políticas, sociales y económicas (Servetto, 2004).
Héctor Martínez, alumno de Psicología en el período abordado, ratifica esas afirmaciones: dice que "a partir del Cordobazo y casi hasta el Golpe de 1976, la ciudad y la provincia estuvieron muy movilizadas, tanto en el ámbito estudiantil como obrero". De hecho, recuerda que él mismo participó de "marchas en las que había gente desde el Hospital de Clínicas hasta Colón y General Paz, y todavía quedaban manifestantes por salir".
Cristina Vera, que por entonces cursaba la carrera de Historia, señala: "Todo el estudiantado estaba involucrado [en la militancia] desde los años 60, y especialmente después del golpe de Onganía [en 1966]: la efervescencia estaba a flor de piel. Los estudiantes se manifestaban permanentemente a través de asambleas, reparto de panfletos y otras acciones. Reclamaban excelencia académica pero su lucha en el fondo era política. Argumentaban que se debía volver a los postulados de la Reforma de 1918: hablaban por ejemplo de las cátedras libres como pretexto para decir que algunas materias no estaban dictadas de acuerdo a sus convicciones, y por lo tanto debían abrirse nuevas". Vera agrega que los propios docentes "solían ir con pancartas al rectorado para exigir distintas cosas" y que había un "'menjunje' de personajes de izquierda y de derecha que por entonces se unían para formular algunos reclamos".
Edgardo Pérez, estudiante de Psicología a partir de 1973, recuerda que durante ese año hubo "una gran ebullición política, junto con una orientación ideológica predominantemente de izquierda". Ese escenario, según dice, se traducía en ciertos episodios bastante curiosos: por ejemplo, el ingreso de militantes estudiantiles a las aulas para cuestionar por qué se dictaban clases mientras se realizaba algún acto en homenaje a una figura importante para determinado grupo.
Alberto Colaski, que en ese momento era presidente del Centro de Estudiantes, dice que hasta 1974 "era muy fácil agitar la necesidad de movilizarse y aglutinar a la gente para ir por ejemplo al centro de Córdoba y tomar la esquina de Colón y General Paz... Íbamos con [bombas] molotov y todo eso. Teníamos la ventaja de que los propios vecinos desde los balcones nos daban cosas para prender fuego y hacer barricadas. Hacíamos tal o cual planteo y exigíamos una respuesta en 24 o 48 horas".
Angélica Dávila, que cursó la carrera entre 1969 y 1973, confirma que en esos años "todo era una gran ebullición: había una gran movida estudiantil y debates políticos permanentes entre las distintas agrupaciones". Opina además que ese nivel de movilización se apagó durante el Proceso y ya no volvió a recobrarse: "Cuando regresé a la Facultad en 1985 después de que me echaran en 1976 vi que todo se había vuelto muy pasivo. Los alumnos parecían dibujados: no tenían ningún tipo de conciencia social. Yo les decía que se había invertido esa frase que dice: 'Incendiario a los 20, bombero a los 40'". También Héctor Martínez señala que la participación del estudiantado era mucho mayor en ese entonces que ahora.
Uno de los hechos que, según Dávila, refleja claramente la existencia de un "gran movida estudiantil" en la carrera de Psicología durante esos años era la masiva y frecuente concurrencia al decanato para formular reclamos y plantear exigencias: "Así conseguimos echar a varios profesores derechosos que habían intervenido en la dictadura anterior", subraya la docente.
Mirotti, que fue decano de la Facultad en 1970-72, recuerda que efectivamente vivió "varias tomas del decanato por parte de estudiantes o militantes de izquierda que iban a exigir la expulsión de tal profesor o a quejarse por alguna materia". Pero aclara que esos jóvenes "no alcanzaban a llenar el hall del pabellón Residencial" y "después tuvieron cada vez menos gente hasta que al final dejaron de ir porque no tenían número". Ana Alderete tiene un recuerdo diferente: subraya que "las movilizaciones sólo dejaban de hacerse cuando los estudiantes conseguían lo que reclamaban: por ejemplo, pidieron la eliminación del trabajo final y una serie de cambios en los planes de estudio, y lo fueron logrando".
Mirotti, por su parte, señala que "siempre ha habido ciertas posturas ideológicas, movilización y exigencias, y es lógico que haya sido así; nadie tiene que asustarse ni alarmarse por eso. Al contrario: creo que lo preocupante sería que los jóvenes estuvieran quietos y no hicieran nada". De todos modos, deja en claro que la mayoría de los estudiantes "no estaban de acuerdo con las acciones 'reivindicativas' de los grupos más movilizados: sólo querían estudiar tranquilos y que los dejaran de molestar".
Mocchiutti, por entonces profesor de Historia de la Psicología, acepta que la movilización fue muy notoria en los tempranos 70 pero no considera que tal cosa haya sido digna de elogio: "La Facultad estaba muy ideologizada: había grupos de activistas que entraban en pleno desarrollo de algunas cátedras, se burlaban e incluso agredían al docente, y las autoridades no ponían límites".
Otros entrevistados ponen en duda el supuesto gran nivel de participación en esos años. Cosacov, por ejemplo, afirma que la ebullición de la primera mitad de los 70 reflejaba el accionar de agrupaciones que eran muy activas y organizadas pero que abarcaban a un porcentaje relativamente menor del alumnado. Según dice, "gran parte de los estudiantes conformaba una mayoría silenciosa que no tenía una postura definida". Grasso opina de manera similar: "La movilización era protagonizada por poca gente, que interrumpía las clases, tomaba las aulas o las Facultades y hacía cuestionamientos a los profesores. El resto toleraba todo eso de mala gana".
Cristina Vera agrega que la mayoría de los estudiantes "quedaban, como siempre, en el medio de peleas entre grupos políticos antagónicos", y Héctor Martínez opina que tanto antes como ahora ha habido agrupaciones muy movilizadas pero también muchos alumnos que sólo quieren "estudiar, recibirse e irse" a ejercer la profesión.
Ana Alderete rechaza totalmente la idea de que haya habido una "mayoría silenciosa". En esos años, según dice, "había una participación activa de los estudiantes: las asambleas eran masivas y las movilizaciones muy grandes". Raúl Gómez tiene una postura similar: señala que "el alto nivel de movilización quedaba reflejado en el hecho de que, por ejemplo, el presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía era un alumno de Psicología, Alberto Colaski, que pertenecía a una fuerza de izquierda muy movilizada, votada por la mayoría del estudiantado y respaldada por una gran masa crítica". De todos modos, reconoce que el estudiantado de Psicología "quizá era el menos politizado de la Facultad de Filosofía" y lanza una hipótesis que explicaría ese fenómeno: "Yo siempre digo, quizá medio provocadoramente, que la supuesta despolitización de esta carrera se debe al hecho de que acá se forman cuentapropistas: profesionales del trabajo independiente que responden a una tradición individualista, de pequeña burguesía, de gente que aspira básicamente a poner su propio consultorio".
5.1.1. 1974-75
Apenas asumió como interventor federal de Córdoba en septiembre de 1974, el brigadier Raúl Lacabanne anunció su intención de llevar adelante una "limpieza ideológica" de la provincia a través de la eliminación de "enemigos infiltrados" en la administración gubernamental y en otras instituciones políticas y sociales: partidos políticos, sindicatos, instituciones educativas, centros vecinales, organizaciones comunitarias y centros de estudiantes. Servetto confirma que la advertencia de Lacabanne se tradujo en un descenso de los niveles de participación, pero agrega que el "estado policíaco, de censura y persecución" no empezó en ese momento sino varios meses antes, a partir del Navarrazo en febrero de 1974.
Héctor Martínez, en tanto, añade otro punto importante en el retroceso de las grandes movilizaciones: la orden de Isabel Perón de "aniquilar a los elementos subversivos" en 1975 ([2]). De todos modos, deja en claro que el "clima de miedo" empezó a vivirse recién cuando asumió el gobierno militar. También Cosacov dice que hasta marzo de 1976 "los opositores podían manifestarse abiertamente porque, a fin de cuentas, el gobierno estaba dentro del sistema democrático y los interventores de la provincia eran designados por un presidente que había sido elegido democráticamente".
Respecto a la situación en la UNC, Servetto dice que a partir de 1974 "muchos de los decanos fueron removidos y los estudiantes empezaron a ser perseguidos y encarcelados: los actores más 'disruptivos' empezaron a replegarse y a estar a la defensiva, y la represión cayó sobre ellos... Algunos tuvieron que irse del país".
Ana Alderete dice que algunos estudiantes dejaron de participar después de que sus grupos políticos pasaran a la clandestinidad, y agrega que "en 1975 ya no se veían movilizaciones masivas en Córdoba: había mayor represión y la gente empezó a tener miedo".
Cristina Vera tiende a opinar lo contrario. Afirma que en 1974-75 hubo mucha resistencia estudiantil contra los gobiernos de la intervención provincial: "había frecuentes movilizaciones y pegatina de carteles en los pabellones, los patios y los halls de las Facultades, y no era una cosa escondida sino que estaba a la vista de todo el mundo".
"La gente se manifestaba, para un lado o para el otro. Los estudiantes se contactaban en los comedores, las residencias y los domicilios particulares para organizar escaramuzas, movilizaciones, distribución de panfletos, colocación de bombas de pintura y acciones por el estilo. En general la lucha se hacía de manera abierta, frente a frente. A veces, cuando la efervescencia empezaba a ser muy grande, las autoridades cerraban los pabellones de alguna Facultad e incluso toda la Universidad, pero no existía para nada el control que se ejerció a partir de 1976", subraya Vera.
Angélica Dávila coincide con la idea de que la retracción de las movilizaciones se produjo recién después del Golpe" de 1976, pero aclara que ya desde los años previos se empezó a tener "más cuidado, más preocupación e incluso cierto temor, porque muchos militantes estudiantiles fueron perseguidos y detenidos". De manera similar, Colaski recuerda a partir de 1974 "ya no hubo una respuesta tan contundente del alumnado como en otros momentos", porque "no todo el mundo estaba ya con la misma disposición de salir a la calle y se pensaba dos veces antes de tomar alguna decisión".
"Nosotros debíamos seguir e íbamos para adelante", dice, pero también aclara que "se iba viendo lo que pasaba y hubo que ir modificando las expectativas", y posteriormente "se pudo evaluar que no era el momento para ciertas cosas, porque las condiciones no estaban dadas: uno no iba a lograr lo que se proponía".
5.1.3. 1976
Angélica Dávila recuerda que algunas agrupaciones estudiantiles intentaron seguir movilizadas luego del Golpe de 1976 porque creyeron que el gobierno militar iba a ser relativamente "blando" como los anteriores; pero pronto cayeron en la cuenta de la violencia inusual que empezaba a desplegar el régimen.
También Mirotti dice que inicialmente creyó que el Proceso iba a tener características similares a los gobiernos de Levingston y Lanusse. De hecho, recuerda haber rechazado una invitación a emigrar a Alemania en 1976: "Pensé que en el país no iba a pasar nada, como en los anteriores golpes militares. Si hubiera estado asustado, a lo mejor me habría ido". Exactamente lo mismo manifiesta Cosacov: "Pensé que los militares solamente se iban a limitar a desarmar y encarcelar a los grupos guerrilleros y a la Triple A".
Como se sabe, el accionar represivo fue mucho mayor al esperado. Dice Colaski al respecto: "A medida que la gente se fue enterando de las desapariciones, los secuestros y las torturas, fue internalizando ciertos miedos y terminó paralizándose; si no hubiera sido así, podía ocurrir lo mismo que en otros momentos: la sociedad podía largarse a la calle, desbordarse y volverse imparable".
Cristina Vera señala que a partir de 1976 se empezó a ver "muy poca gente en la Facultad" y se dispuso que los uniformados controlaran el acceso a cada unidad académica, de manera que los estudiantes llevaran "vestimenta correcta, tuvieran el pelo corto, estuvieran bien afeitados y presentaran documentos y un certificado de buena conducta" ([3]).
Referencias
[1] Dice Alicia Servetto en la entrevista incluida en este trabajo: "El período 1973-76 en Córdoba tiene como característica la aceleración de los procesos vinculados a la violencia política. Fueron tres años tumultuosos, en el que todo fue como rápido: el triunfo de la fórmula de Ricardo Obregón Cano y Atilio López [el 11 de marzo de 1973] y su destitución en febrero de 1974; y los gobiernos de los interventores Duilio Brunello [marzo a septiembre de 1974]; Raúl Lacabanne [septiembre de 1974 al mismo mes de 1975]; y Raúl Bercovich Rodríguez [septiembre de 1975 a marzo de 1976]".
[2] Durante 1975, el Poder Ejecutivo Nacional emitió cuatro decretos que ordenaban "aniquilar a los elementos subversivos". El primero llevó la firma de la presidenta María Estela Martínez de Perón y sirvió para justificar y dar legalidad al "Operativo Independencia" contra la guerrilla en la provincia de Tucumán. Los tres decretos restantes fueron firmados por el presidente interino Ítalo Luder y ratificados por el Congreso Nacional tras el ataque de Montoneros al Regimiento de Infantería de Formosa, el 5 de octubre de 1975 (ConstituciónWeb, 2009).
[3] Una ordenanza firmada en abril de 1976 por el interventor militar de la Facultad de Filosofía, Ricardo Romero, reglamentó el aspecto que debían conservar los alumnos para poder realizar "cualquier trámite en las distintas dependencias administrativas o académicas". En primer lugar debían "presentarse en correctas condiciones de aseo personal, con decoro y sobriedad en el vestir", y al entrar a cualquier dependencia tenían que "presentar el documento de identidad y la libreta de trabajos prácticos, debiendo concordar en ambos documentos los datos y las fotografías que se exhiben" (Facultad de Filosofía UNC, 2014).
GUÍA DEL SITIO
A. Trabajo Integrador Final
5. Poder político y comunidad académica
5.2. Docentes y corrientes teóricas
5.3. Reacción contra la psicología "yanqui"
5.5. Conflictos entre docentes
5.7. Injerencias explícitas del poder político
5.9. Psicología-perseguida y psicología-perseguidora
5.10. "Educación por demostración"
B. Entrevistas
1. María Cristina Vera de Flachs