Injerencias del contexto político en la Escuela de Psicología de la UNC (1973-76)
5.9. Psicología-perseguida y psicología-perseguidora
Además de los infiltrados por las fuerzas de seguridad, varios docentes y no-docentes han sido acusados de "marcar" a colegas y a alumnos que pertenecían a movimientos de izquierda o desarrollaban cualquier actividad considerada "subversiva".
"Las propias autoridades interventoras [de la Universidad] confeccionaron listas que comenzaron a ser parte del cotidiano, culminando con la expulsión, detención y persecución de estudiantes, docentes y no docentes de la UNC" (Pucheta, 2012). En el caso puntual de Psicología, Sanz Ferramola (2000) ha sostenido que a partir de 1975 hubo en Argentina una "psicología-perseguida" y también una "psicología-perseguidora", que llegó a ser "otra de las tantas herramientas al servicio de la represión y del terrorismo de Estado".
Cristina Vera opina al respecto: "Había gente que se sentía perseguida y del otro lado había miembros del cuerpo académico a quienes se ha acusado de ser perseguidores. Yo escuché muchas veces decir que 'fulano de tal es el que marca a los colegas', pero eso es difícil de demostrar, salvo que aparezca documentación de los servicios secretos que demuestre lo contrario".
Agrega Servetto: "Sin duda que hubo profesores que denunciaron a sus propios alumnos y colegas. Como dice Guillermo O'Donnell, la sociedad se controlaba a sí misma: cada vecino vigilaba a los otros. Hubo una reclusión a la vida privada y se desconfiaba a todos. Eso penetró en todo el tejido social, incluida la Universidad ([1]).
El caso más conocido de presunto informante dentro de la Facultad de Filosofía de la UNC en los años 70 es el del profesor Gabriel Pautasso.
En febrero de 1975, una resolución del rector de la UNC Mario Víctor Menso designó a Pautasso como "secretario de Supervisión Administrativa" de la Facultad de Filosofía. "Era una especie de lugarteniente de Carmelo Felauto [decano de la Facultad de Filosofía desde enero de 1975 hasta marzo de 1976], y tuvo más presencia después del Golpe", recuerda Cosacov. "La carrera de Psicología, al formar parte de Filosofía, debe haber sufrido los efectos de Pautasso", remarca Servetto.
Agrega Gómez: "No se sabe si entró para informar o si fue reclutado como informante después de haber ingresado. Algunos testimonios indican que portaba armas, hacía tareas de 'marcado' y seguimiento, y entraba a las aulas para llevarse a estudiantes: a eso lo pueden relatar varios. Actuaba coordinadamente con todos los grupos de la represión y con personajes que estaban en la Facultad para espiar, marcar y hacer listas".
Colaski señala que tanto Pautasso como el decano Felauto y el profesor Alberto Caturelli ([2]), entre otros, "tenían una visión persecutoria, de ultraderecha, sobre los estudiantes". Cosacov avala esa idea: recuerda que Pautasso "estaba consustanciado con el tema de la limpieza ideológica" y "tenía una ideología anticomunista y antijudía, además de una mentalidad complotista: creía en oscuros poderes internacionales que buscaban llevar al país al comunismo y al ateísmo". Es más: un blog editado por el propio Pautasso hasta 2012 tiene referencias contrarias al "sionismo" y al Estado de Israel (Pautasso, 2012).
Cosacov añade otro detalle: Pautasso "andaba siempre con la mano metida adentro del sobretodo y entonces circulaba la leyenda de que estaba armado". Grasso dice que eso no le consta pero no le hubiera extrañado, y Colaski agrega que Pautasso "dejaba ver que tenía un arma encima y solía poner un revólver sobre el escritorio cuando uno iba a su oficina; además te decía que había que colaborar con los servicios de inteligencia y te hacía saber que ya había desaparecido algún estudiante".
Ana Alderete revela que varios no-docentes le contaron que, en efecto, Pautasso acostumbraba a poner un revólver sobre su escritorio y aprovechaba sus tareas académicas para delatar y perseguir: "Recuerdo que Normando Gea, no-docente de la Facultad de Filosofía, me dijo que Pautasso estaba vinculado con hombres de los servicios de inteligencia que vigilaban desde un auto las calles de la Facultad: obviamente generaban mucho miedo. Nosotros también sospechábamos que uno o dos no-docentes pudieron haber trabajado para los servicios".
Gómez señala que posteriormente, ya en el gobierno militar, Pautasso "fue autor de las listas de alumnos que se entregaban al Mayor Romero [interventor de la Facultad desde el Golpe hasta febrero de 1977] y a los organismos de seguridad". Angélica Dávila lo describe como "un monje negro: un personaje siniestro" que señalaba a la gente para llevar detenida, y Livio Grasso relata que fue justamente Pautasso quien le preguntó si en su cátedra había gente de izquierda. "Yo le contesté que no y ahí se acabó todo: nunca más tuve relación con esa persona".
Martínez, por su parte, recuerda, "yo lo veía cuando él patrullaba la zona de la Facultad en un jeep militar conducido por alguien del ejército: a veces llevaba el FAL del chofer apoyado en el piso, a la vista, y mirando para todos lados, como diciendo 'ojo conmigo'. Siempre se rodeaba de gente muy pro-militar".
Con la llegada de la democracia, un movimiento estudiantil logró que la Facultad de Filosofía solicitara un juicio académico contra Pautasso "por haber entregado listas de estudiantes 'subversivos' a las fuerzas represivas durante el Proceso". En junio de 1986, el Consejo Superior de la UNC hizo lugar al pedido, y relevó a Pautasso de su obligación de dictar clases mientras durara la sustanciación de la investigación. Sin embargo "no hubo voluntad política de seguir el juicio y además él se retiró", dice Raúl Gómez. Posteriormente, Pautasso dictó clases en colegios secundarios dependientes de la provincia de Córdoba. También intentó ingresar como docente al Colegio Monserrat, pero no fue aceptado (Pautasso, 2012; Moreschi, 2014).
Martínez añade una anécdota sobre ese último punto: "A mediados de los 80, Pautasso andaba a la deriva, casi sin trabajo, porque no lo querían en ningún lado y fue a pedir horas cátedra al Colegio Monserrat. Yo me opuse: dije que no quería que el Colegio siguiera siendo un refugio de 'fachos' como en la dictadura". [De todos modos, Pautasso ingresó a dar clases en esa institución]... Después, cuando llegué a rector del Monserrat [en 2006], le informé que se le había vencido el contrato y que no se lo íbamos a renovar. Me dijo que me iba a hacer una denuncia y demás. Le contesté que la hiciera: que yo estaba acostumbrado a las amenazas".
Otro docente muy controvertido, tanto por su actuación en los años previos a su ingreso a la carrera de Psicología como por su presunto colaboracionismo con el gobierno militar, fue Franco Murat, titular de la cátedra de Psicometría durante el período analizado.
En un artículo de 2012, el psicólogo Enrique Saforcada, ex profesor de Psicología Social en la UNC y ex decano de la Facultad de Psicología de la UBA, escribió: "En 1976, Murat se presentó ante el Mayor Ricardo Romero [interventor militar de la Facultad de Filosofía de la UNC] como Oficial Retirado del Ejército Italiano durante la dictadura de Benito Mussolini. Le presentó la lista de profesores subversivos y le informó que había un depósito de armas y municiones en el Centro de Investigación en Psicología Social (CIPS)... Para vergüenza de la carrera de Psicología, Murat continuó trabajando en la Facultad y llegó a jubilarse mucho después del regreso a la democracia en 1983, oportunidad en que le fue concedida la condición de Profesor Consulto Titular" (Saforcada, 2012).
Juan Mocchiutti ratifica esas afirmaciones: "Murat señaló a sus adversarios académicos como si fuéramos de la guerrilla. Yo he sido uno de su lista negra: quedé casi dos meses fuera de la Universidad [en abril y mayo de 1976] y recién después logré que reconocieran mi no-pertenencia a grupos ideológicos". Mirotti, por su parte, estima que quizá Murat hizo referencia a "algún caso extremo" pero no cree que haya presentado alguna lista: "Él no andaba con los militares ni con nosotros ni con nadie. No tengo idea cómo habrán sido sus problemas con Saforcada, pero yo pondría en duda esa acusación: en duda, no en negación".
Grasso dice algo muy similar: "No tengo elementos a favor ni en contra de esas versiones, pero me inclino a no creerlas. Puedo afirmar incluso que entre Murat y Saforcada había una gran incompatibilidad: se llevaron mal desde siempre". Casi lo mismo sostiene Gómez: "He discutido públicamente ese tema con Saforcada. Considero que es una infamia, surgida de su enemistad profunda hacia Murat. No tiene pruebas para decirlo". Colaski, en tanto, señala: "Yo no me atrevería a decir eso [lo que afirmó Saforcada], pero me he comido cada león en estas cosas que no puedo estar seguro de nada".
Ana Alderete reseña que el propio Murat le dijo que el mayor Romero le había mostrado una lista de docentes y le había pedido que le indicara cuáles eran subversivos: "Pero Murat le contestó que no iba a señalar a nadie y que ponía su renuncia a disposición [de las autoridades de la carrera]. Además les avisó a los conocidos que estaban en la lista. Dos de ellos eran compañeros míos: Carlos Ruiz, que después se fue a España, y David Slodky, que estaba en la cátedra de Estadística. Al día siguiente, el militar llamó a Murat para reprenderlo [por haber divulgado la charla del día anterior], y ahí fue que él renunció. Yo le pregunté todo eso en los 80, cuando se estaba debatiendo si le iban a dar el cargo de profesor consulto. La decana de ese momento, María Burnichon, decía que Murat era de derecha pero que no había sido 'pro-milico' ni delator ni nada de eso. Se podría decir que él era 'facho' en aspectos 'cotidianos': estaba en contra de que, por ejemplo, se abrieran los bares [de las Facultades] porque decía que ahí se juntaban los estudiantes a armar problemas. Pero no me parece que haya sido delator".
Respecto a la acusación de que Murat aspiraba a congraciarse con los militares para conseguir su nombramiento como director de la Escuela, los consultados tendieron a mostrarse escépticos, aunque con diversos matices.
Dice Mirotti: "No me parece que él haya aspirado a dirigir la carrera. Sólo se preocupaba por sus investigaciones y también tenía afición por los panales y las abejas... Nunca anduvo en nada que implicara salirse de sus temas: no le importaba ni le gustaba. No era alguien que ambicionara ser director de la escuela para imponer su orientación: de eso estoy seguro. Es posible que lo hayan forzado a tomar la dirección porque quizá los militares lo consideraban capaz de organizar la burocracia normal de la carrera".
Cosacov coincide: "Murat me dijo después que no quería aceptar pero igual se lo impusieron: debía acceder o quedar afuera. Asumió esa función, aunque solamente por unos meses". Gómez ratifica esa apreciación: "Hay quienes dicen que Murat fue en cierto modo obligado a dirigir la Escuela de Psicología". También Grasso respalda la idea de que Murat fue presionado por los militares: "No le gustaba ese tipo de funciones [administrativas] y no creo que él se haya ofrecido para algo así".
Paralelamente, Mocchiutti acusa a Murat de convalidar el cierre del ingreso a la carrera cuando nombrado director de la Escuela en 1976. Gómez, por el contrario, sostiene que si Murat no hubiera aceptado la dirección, probablemente los militares habrían suspendido no sólo el ingreso [como efectivamente ocurrió] sino todas las actividades de la carrera".
Colaski aporta otra versión, bastante sorprendente, sobre el mismo tema: "Yo me encontré con Murat después de mi salida de la cárcel [en 1982] y me contó que había aceptado dirigir la carrera porque lo tenían amenazado con algo relacionado a un hijo que andaba no sé si en Montoneros u otro grupo de la guerrilla, y que estaba preso desde antes del Golpe. Aparentemente, los militares querían que Murat les pasara información que podía llegar a darle su hijo. A esto último no me lo contó explícitamente sino que más bien me lo insinuó. Pero puede ser: no creo que lo hayan puesto como director de la carrera sólo para que estuviera cómodo".
Gómez, por su parte, enfatiza no sólo que Murat no entregó ninguna lista de docentes subversivos, como sostiene Saforcada, sino todo lo contrario: renunció cuando le pidieron que delatara a sus colegas. De hecho, estuvo apenas seis meses en ese cargo: desde abril hasta octubre de 1976. Según Mocchiutti, fue su "actuación obcecada" lo que determinó su reemplazo.
"Él no estaba a gusto ahí: era un hombre duro y no le agradaba que lo atendieran con un revólver arriba del escritorio, como dicen que hacía el interventor militar de la Facultad [el mayor Ricardo Romero] en ese momento", agrega Martínez.
Acerca de la otra imputación de Saforcada ("Murat se presentó como Oficial Retirado del Ejército Italiano durante la dictadura de Benito Mussolini"), los entrevistados formularon diversas aclaraciones.
Cosacov ratifica que Murat había participado en la Segunda Guerra Mundial del bando italiano, aunque "seguramente movilizado", y lo mismo dice Grasso: "Él había ido a la guerra reclutado, igual que tantos otros; llegó a ser oficial del ejército e inevitablemente había tenido que combatir". Gómez enfatiza que "no hay ningún tipo de pruebas" para afirmar que Murat había pertenecido al fascismo, y Grasso añade que el mote de "pro-fascista" seguramente surgió en la propia Escuela de Psicología, por motivos como la actuación de Murat en el ejército, su carácter duro e incluso su pertenencia al área metodológica.
Gómez afirma que, en todo caso, el defecto de Murat tenía que ver con que "no tenía carisma, era antipático, autoritario, caía mal y hablaba en un cocoliche que tampoco lo ayudaba". Casi lo mismo dice Cosacov: "tenía un carácter difícil y se relacionaba mal con la gente: eso pudo haber influido para que las cosas fueran especialmente duras con él".
También Mirotti describe a Murat como "muy adusto, muy serio, de muy pocas palabras", y extiende esa apreciación a muchos de los docentes que "enseñan números": dice que "no hacían buenas migas con los estudiantes y eran resistidos principalmente por sus características personales". Según sostiene, "a los alumnos no les importaba tanto la formación de los docentes sino más bien el modo en que dictaban sus clases; rechazaban al profesor y también lo que enseñaba: tiraban el agua de la bañera con el chico adentro".
En general, los elogios y los cuestionamientos a Murat parecen ser un buen ejemplo de la combinación entre diferencias político-ideológicas, discrepancias en torno a las teorías psicológicas, disconformidades respecto a los modos de dictar clases y, finalmente, rechazos de orden meramente personal, que parecen haber existido siempre en la carrera de Psicología, en este caso y en muchos otros.
Referencias
[1] Pucheta (2012) indica que "las listas confeccionadas por las propias autoridades interventoras [de la provincia de Córdoba] comenzaron a ser parte del cotidiano, culminando con la expulsión, detención y persecución de estudiantes, docentes y no docentes de la UNC".
[2] Alberto Caturelli (Córdoba, 1927) es filósofo, ex docente de las Universidades de Córdoba, Buenos Aires y La Plata. Según un sitio web denominado Psicología 2000, Caturelli tuvo "participación activa en la denuncia de profesores y estudiantes en la época de la dictadura, favoreciendo a la conformación de listas" (Psicología 2000, 2013). Esta acusación, que en principio parece sólo un exabrupto de una página de internet poco relevante, coincide sin embargo con las sospechas de Miguel Mirotti, formuladas en la entrevista que se incluye en este trabajo, respecto a que su expulsión de la carrera de Psicología en abril de 1976 pudo haber sido impulsada por Caturelli o por algún otro docente de ideas afines.
GUÍA DEL SITIO
A. Trabajo Integrador Final
5. Poder político y comunidad académica
5.2. Docentes y corrientes teóricas
5.3. Reacción contra la psicología "yanqui"
5.5. Conflictos entre docentes
5.7. Injerencias explícitas del poder político
5.9. Psicología-perseguida y psicología-perseguidora
5.10. "Educación por demostración"
B. Entrevistas
1. María Cristina Vera de Flachs