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5.5. Conflictos entre docentes

            Durante el período abordado también se registraron diversos enfrentamientos entre docentes, por motivos que deben buscarse en una combinación de cuestiones político-ideológicas y asuntos vinculados a las divergencias teóricas de la psicología, además de problemas de orden estrictamente personal.

            Las diferencias políticas parecen remontarse a la propia fundación de la carrera en 1956 ([1]), aunque estuvieron lejos del nivel de conflictividad que fue volviéndose cada vez más habitual desde finales de los 60.

            El enfrentamiento inicial, aparentemente muy sutil, se dio entre los dos primeros candidatos a dirigir la Escuela de Psicología: Alberto Pierola y Carlos Laguinge. No fue, en realidad, una disputa entre ellos sino una suerte de demostración de autoridad por parte de las autoridades de la carrera, a manera de reflejo de la situación política del país. Según Altamirano & Ferrero (2011), la designación de Pierola fue una especie de reivindicación que le otorgó la Revolución Libertadora después de que el gobierno de Perón lo cesanteara en 1953 "sin causa o motivo alguno". A la vez, la decisión de relegar a Carlos Laguinge habría tenido que ver con que su proyecto de creación de un 'Instituto de Psicología' estaba enmarcado en el Segundo Plan Quinquenal del gobierno peronista. No importó, aparentemente, que Laguinge ya tuviera una extensa trayectoria como profesor de Psicología en la UNC, y que Pierola nunca hubiera participado del ámbito universitario cordobés. Sólo se consideró, al parecer, la presunta adscripción política de uno y otro. Nadie, sin embargo, protestó abiertamente por eso.

            Livio Grasso confirma que, efectivamente, las disputas se resolvían de maneras muy moderadas en esos años: "Cuando yo era estudiante, las distintas orientaciones filosóficas e ideológicas de los profesores no generaban ningún conflicto. De un lado teníamos por ejemplo a Laguinge, alguien claramente de derecha y muy próximo a la iglesia pero comprensivo y sin ningún fanatismo ([2]); y del otro lado a Adelmo Montenegro, muy racional e ilustrado, a quien se fichaba como de izquierda. Ninguno de ellos tenía posiciones extremas ni exaltadas".

            Desde fines de los 60, sin embargo, tendió a perderse esa calma. Cristina Vera recalca que "hubo muchas peleas y acusaciones entre los mismos docentes en varias carreras" durante todo ese período. Mocchiutti considera que "las grietas siempre existieron" y "son válidas cuando hay respeto y calidad académica", pero no cuando "están vinculadas a la confrontación por espacios de poder y tienen muy poco que ver con la ciencia, como ocurrió en la Escuela de Psicología". Martínez ratifica que, efectivamente, había "varios bastiones de poder" en la carrera, y Alderete puntualiza que los enfrentamientos se correspondían con "diferencias de líneas teóricas y de posturas políticas".

            En ocasiones, los conflictos solían enmendarse a través de la creación de cátedras paralelas. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con la materia 'Historia de la Psicología' que fue dividida en dos cursos entre 1973 y 1975: uno quedó a cargo de Juan Mochhiutti y el otro de Gerardo Mansur. El propio Mocchiutti dice al respecto: "Yo gané la titularidad de la materia en concurso nacional por unanimidad del tribunal [a fines de 1972]. Pero las autoridades de la carrera, por presión de grupos pseudomarxistas, crearon una cátedra paralela aduciendo que había muchos alumnos. La verdad es que deseaban retener a su candidato, Mansur, que había perdido el concurso. Al final, su clase no tuvo más de 100 estudiantes, sobre un total de 1400 inscriptos, y funcionaba sólo para los adeptos. La separación de la asignatura no se debió a razones académicas sino a una cuestión ideológico-política".

            Mocchiutti recalca que "no hubo otras cátedras paralelas", pero Angélica Dávila dice que sí la hubo, en Psicopatología: "en un curso estaba [Teodoro] Isaac y en el otro [Carlos] Cornaglia". Cristina Vera adhiere a esta última posición: agrega que "hubo varias cátedras paralelas, en Psicología y en otras carreras", con el fin de "hostigar" a profesores que no podían ser cesanteados porque estaban en sus cargos por concurso. Cosacov acota que "la presión para crear materias paralelas provenía del Centro de Estudiantes" y "llevaba a muchos abusos".

            Los profesores Pérez y Stábile, en tanto, no recuerdan ninguna cátedra paralela, y lo mismo dicen Martínez y Grasso. Lo que sí existía, dice Martínez, eran distintas orientaciones en materias correlativas: "Recuerdo por ejemplo que en 'Psicología Social I' había un docente de derecha, y en 'Psicología Social II' una profesora más de izquierda. Lo mismo sucedía con 'Psicología Profunda I', que se dictaba en el primer cuatrimestre, y 'Psicología Profunda II' en el segundo. O sea que a nosotros nos 'bailaban' a gusto y placer. También nos daban argumentos para discutir: escuchábamos distintas campanas y podíamos reflexionar. Por suerte, en la juventud de aquel entonces no existía la adhesión ciega hacia el discurso de un lado, del otro o del medio".

            Ese tipo de enfrentamientos parece haber quedado silenciado durante el gobierno militar y se reactivó tras la restauración democrática de 1983. Angélica Dávila dice al respecto: "Por un lado estaban los docentes que habían dado clases durante el Proceso; y por el otro los que habían sido reincorporados con la vuelta de la democracia. Entre estos últimos había algunos que venían con la idea de que debían 'resarcirlos', devolverles lo que les habían quitado, y nombrarlos en lugares importantes; también decían que se debía echar a los profesores que habían estado en la época del Proceso. Y éstos a su vez consideraban que tenían su lugar ganado en la carrera. Había dos bandos, cada uno con sus razones. La 'grieta', de la que se habla mucho ahora, ya existía en ese momento".

            Dávila menciona en particular el enfrentamiento público y explícito entre la profesora Liliana Sosa, que había quedado a cargo de Psicología Clínica en la época de los militares, y María Estrada de Rampulla, que fue reincorporada después del Proceso: "En algún momento les tocó estar juntas en una mesa de examen. Empezaron tirándose distintas interpretaciones y después directamente Rampulla terminó acusando de 'procesista' a Sosa. Al final, una le dijo a la otra que 'con esta persona no tomo examen' y se fueron las dos".


            Alderete sostiene que en Psicología no hubo tantos enfrentamientos como en otras carreras porque muchos docentes "no volvieron después de la dictadura: es lo que ocurrió, por ejemplo, con Saforcada en Psicología Social, con 'Carlitos' Ruiz en Psicología Laboral, o con David Slodky en Metodología. Se perdió mucha gente". No obstante, admite que se produjeron ciertas rispideces entre algunos profesores que "estaban bastante molestos" con el regreso de quienes habían sido cesanteados durante la década anterior, y los docentes que "esperaraban algún grado de reivindicación después de haber sido dejados afuera durante siete u ocho años". De todos modos, Alderete recalca que esos primeros años de democracia "fueron bastante tranquilos" y que "recién después hubo un poco de polarización, en un nivel que no tenía tanto que ver con líneas teóricas sino más bien con aspectos políticos".

            Otro conflicto post-83, vinculado a cuestiones político-ideológicas originadas durante la década anterior, fue el de Alberto Colaski con la profesora María Saleme de Burnichon. "Cuando Colaski rindió concurso para ingresar a la cátedra de Derechos Humanos, la profesora Burnichon dijo que nunca iba a consentir que él fuera titular de esa materia. Lo aplazó y él la denunció por enemistad manifiesta", recordó uno de los entrevistados para este trabajo. El propio Colaski admitió la existencia de ese conflicto pero se excusó de dar detalles.

            Lo que resulta quizá curioso del enfrentamiento entre Colaski y Saleme es que no fue un conflicto entre "procesistas" y "no-procesistas", o entre "derecha" e "izquierda", ni entre exponentes de distintas corrientes de la psicología, como otros casos mencionados en este trabajo, sino entre dos víctimas del Proceso militar: Colaski fue secuestrado en 1977 y permaneció encarcelado durante cinco años; y Saleme fue secuestrada junto con toda su familia el mismo día del Golpe de 1976: fue liberada poco después, mientras que su esposo apareció asesinado en la zona de Mendiolaza (UNGS, 2011).

            Héctor Martínez relata otro episodio, ocurrido en 1999, en el que seguían resonando los conflictos internos de los 70: "Después de la inauguración del edificio de la Facultad de Psicología hubo un acto con descubrimiento de placa para recordar a los detenidos-desaparecidos durante la dictadura. Yo supuse que iba a haber problemas y, efectivamente, alguien pidió la palabra para decir que ninguno de los oradores había hablado de temas como la connivencia civil con la dictadura y el acompañamiento de la Iglesia hacia los militares. Dijo además que la lista de homenajeados estaba incompleta porque faltaban los nombres de los detenidos-desaparecidos en el período anterior al Golpe militar. Al final, creo que hubo que hacer la placa de nuevo".

            Ana Alderete dice que también ha habido muchos enfrentamientos entre los partidarios de distintas líneas teóricas: "Los que defienden las orientaciones experimentales suelen hablar de manera despectiva sobre los enfoques cualitativos; y mismo lo sucede entre los psicoanalistas y los cognitivos. No hay una sana convivencia entre ellos... En la cátedra de Metodología me ha sido difícil conseguir que los docentes tengan una mirada de complementariedad entre los distintos enfoques".

 

Referencias

[1]   La carrera de Psicología de la UNC comenzó a dictarse a partir de la fundación de la Escuela de Psicología y Pedagogía en abril de 1956, y se estableció definitivamente con la creación de la Licenciatura en Psicología en diciembre de 1958 (Ferrero & Altamirano, 2011).

[2]    Ferrero & Altamirano (2011) indican que Laguinge era relativamente afín al primer peronismo, mientras que Grasso lo describe como "alguien claramente de derecha y muy próximo a la iglesia".

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