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Injerencias del contexto político en la Escuela de Psicología de la UNC (1973-76)

5.8. Infiltrados

            A partir de 1974, las injerencias del poder político se habrían concretado no sólo a través de acciones directas contra docentes y estudiantes sino también por medio de la infiltración de informantes que ingresaban a la Facultad para "marcar" a militantes supuestamente "subversivos".

            Raúl Gómez indica que, desde los años previos al gobierno militar, la Policía de Córdoba mandaba a agentes del D2 a inscribirse como estudiantes para elaborar listas y hacer seguimientos de clases y de actividades políticas ([1]).

            Cristina Vera agrega que "había infiltrados que se sentaban en el aula y marcaban a estudiantes y docentes, dependiendo de lo que dijeran", y deja en claro que esas acciones no comenzaron a partir del Golpe de 1976 sino en el período previo. Cosacov, en tanto, estima que "por el ambiente que se estaba viviendo, era prácticamente inevitable que las fuerzas del gobierno quisieran información sobre cada docente o cada alumno".

            Colaski añade que las tareas de infiltración eran encargadas por "sectores del poder político, los servicios de inteligencia y los grupos paramilitares como la Triple A o el Comando Libertadores de América". En la Escuela de Psicología, según dice, "circulaban rumores de que tal o cual persona podría estar trabajando para los servicios", como ya había ocurrido en otras Facultades, por lo cual "uno se anticipaba" a esa posibilidad. "Había que ser muy cuidadoso porque siempre se podía tener dentro de las propias filas a gente que se acercaba para sacar información o meter ideas que no eran las que uno defendía". No obstante, Colaski aclara que nunca tuvo "datos fehacientes" sobre la realización de ese tipo de actividades en su grupo más cercano.

            Otros consultados recuerdan nada más que comentarios sobre la supuesta presencia de gente infiltrada en las aulas. "A veces se decía que tal o cual alumno pertenecía a los servicios de inteligencia: circulaban ese tipo de versiones", dice Angélica Dávila. "Se vivía en un estado policial y militar, con la Triple A de un lado y los Montoneros del otro: por lo tanto era lógico que pudiera haber gente infiltrada en las clases", agrega Mirotti, y recalca que él nunca fue testigo de alguna acción de esas características.

            Los restantes entrevistados directamente dicen que nunca supieron de infiltrados en la carrera. "Desconozco si los hubo", admite Mocchiutti; "que yo sepa, no hubo nada de eso", agrega Martínez; "nunca supe de algo así", indica Grasso; y "pudo haber sido pero no me enteré", acota Pérez.

            Raúl Gómez incorpora un dato adicional: dice que hubo tareas de "contrainteligencia" por parte de grupos de izquierda, y agrega que las persecuciones, secuestros, torturas y asesinatos de varios policías en la primera mitad de los 70 reflejaron el desbarranque del intento del poder político de infiltrar gente en las organizaciones partidarias y/o guerrilleras.

Referencias

[1]   El D2 era el Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba. Fue creado a mediados del siglo XX como división especial para perseguir y reprimir lo que se consideraba un tipo diferenciado de delito definido genéricamente como "subversión". Ya desde la década del 60 solía detener a sindicalistas, estudiantes y militantes partidarios que participaban de marchas y manifestaciones. Es lo que ocurrió en acontecimientos como el Cordobazo (1969) o el Navarrazo (1974). Durante el gobierno del interventor Raúl Lacabanne (1974-1975), el D2 elaboró un 'Registro de Extremistas' donde dejaba constancia del nombre y fotografía de las personas consideradas como tales por su activismo político y social. En esos años comenzó a actuar en coordinación directa con los servicios de inteligencia del Ejército y de la Aeronáutica, y fue el principal nexo entre militares y policías en la preparación y ejecución de persecuciones, secuestros, torturas y distribución de prisioneros a otras dependencias policiales y militares. A partir del Golpe colaboró con el III Cuerpo de Ejército, comandado por Luciano Benjamín Menéndez. Según la Conadep, las sedes del D2 no se usaban para alojar por mucho tiempo a los detenidos-desaparecidos, sino para realizar interrogatorios y aplicar diversas formas de tortura. Luego, los secuestrados eran distribuidos a los centros clandestinos de detención como La Perla, La Ribera e Hidráulica, o bien se los legalizaba llevándolos a las cárceles del servicio penitenciario (Comisión Provincial de la Memoria, 2009Comisión Provincial de la Memoria, 2012Comisión Provincial de la Memoria, 2016).

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